miércoles, 24 de septiembre de 2008
Debemos tener completo domínio de la mente
Tu mente y tu cuerpo tienen unas necesidades completamente diferentes, pero la mente controla al cuerpo. El cuerpo tiene unas necesidades que no es posible evitar: comer, beber, guarecerse, dormir y satisfacerse sexualmente; sea para procrear otra vida o simplemente complementarse íntimamente con amor uniéndose para lograr niveles más elevados de conciencia por el sabio manejo de la energía generada por dos cuerpos que se aman. Todas esas necesidades son completamente normales y muy fáciles de satisfacer. El problema reside en que la mente dice que esas son «sus» necesidades.
En nuestra mente creamos una imagen dentro de esta burbuja de ilusión. La mente se responsabiliza de todo. Piensa que tiene necesidad de comida, de agua, de cobijo, de ropa y de sexo, aunque lo cierto es que no la tiene, ya que no experimenta necesidades físicas.
La mente no necesita comida, no necesita oxígeno ni agua, ni tampoco sexo. Pero ¿cómo sabemos que esto es verdad? Cuando tu mente dice: «Necesito comida» y comes, el cuerpo se siente completamente satisfecho, pero no la mente, que sigue pensando que todavía necesita más. Entonces sigues comiendo sin parar, y, aun así no eres capaz de que tu mente se sienta satisfecha, porque esa necesidad no es real. La necesidad de cubrir el cuerpo es otro ejemplo. En frío o calor quien tiene esa necesidad es el cuerpo y es fácil satisfacerla. Pero si la necesidad está en la mente, aunque te eches toneladas de ropa, la mente seguirá necesitando más. La mente nunca está satisfecha y todas esas necesidades que no eres capaz de satisfacer plenamente están en la mente.. Pues bien, lo mismo ocurre con el sexo.
Cuando la necesidad está en la mente, no es posible satisfacerla. Cuando la necesidad está en la mente también están ahí todo el juicio y todo el conocimiento, lo que hace muy difícil hacerle frente al sexo. La mente no necesita sexo. Lo que realmente necesita es amor, no sexo. Más que la mente, es tu alma la que necesita amor, porque tu mente es capaz de sobrevivir con el miedo. El miedo también es energía y alimento para la mente: no exactamente el alimento que deseas, pero funciona.
Necesitamos liberar al cuerpo de la tiranía de la mente, ya que cuando ésta deja de necesitar comida y sexo, todo resulta muy fácil.
Para ello, el primer paso es dividir las necesidades en dos categorías: en las necesidades que tiene el cuerpo, y en las necesidades que tiene la mente.
La mente confunde las necesidades del cuerpo con las suyas porque necesita saber: «¿Quién soy yo?». vivimos en un mundo de ilusión y no tenemos idea de qué somos. Por lo tanto la mente elabora todas estas preguntas. «¿Qué soy yo?» se convierte en el mayor misterio y cualquier respuesta satisface la necesidad de sentirse a salvo.
La mente dice: «Yo soy el cuerpo. Yo soy lo que veo; yo soy lo que pienso; yo soy lo que siento; siento dolor; estoy sangrando».
La afinidad entre la mente y el cuerpo es tan grande que la mente se cree el siguiente postulado: «Yo soy el cuerpo». El cuerpo tiene una necesidad y la mente dice: «Yo necesito». La mente se toma como algo personal todo lo que tiene relación con el cuerpo porque intenta comprender «¿Qué soy yo?». Por eso resulta completamente normal que, en un momento determinado, la mente empiece a ganar control sobre el cuerpo. Y vives tu vida de esta manera hasta que sucede algo que te conmociona y te permite ver lo que no eres.
Sólo empiezas a cobrar conciencia cuando ves lo que no eres, cuando tu mente empieza a comprender que no es el cuerpo.
La mente atraviesa un largo proceso hasta descubrir su propia identidad.
En ese proceso liberas tu historia personal, lo que te hace sentir seguro, hasta que finalmente comprendes lo que en verdad eres.
Descubres que no eres lo que crees que eres porque nunca escogiste tus creencias, que estaban ahí cuando naciste. Descubres que tampoco eres el cuerpo, porque empiezas a funcionar sin él. Empiezas a advertir que no eres el sueño, que no eres la mente. Y si profundizas más, te llegas a dar cuenta de que tampoco eres el alma. Entonces, lo que descubres resulta verdaderamente increíble. Descubres que lo que eres es una fuerza: una fuerza que le permite a tu cuerpo vivir no en lujuria, una fuerza que permite que tu mente sueñe no en orgásmos.
Sin ti, sin esa fuerza, tu cuerpo se derrumbaría. Sin ti, todo tu sueño se disolvería hasta convertirse en nada. Lo que realmente eres es esa fuerza que es la Vida. Y si miras a los ojos de alguien que esté cerca de ti descubrirás esa conciencia propia, la manifestación de la Vida que brilla en ellos. La Vida no es el cuerpo, no es la mente, no es el alma. Es una fuerza, y por medio de esta fuerza un recién nacido se convierte en un niño, en adolescente, en un adulto; se reproduce y envejece con dignidad. Cuando la Vida abandona el cuerpo, este se descompone y se convierte en polvo.
Eres Vida que atraviesa tu cuerpo, que atraviesa tu mente, que atraviesa tu alma. Y una vez que descubres esto, no con la lógica, no con el intelecto, sino porque la sientes, descubres que eres la fuerza que hace que se abran y cierren las flores, que hace que el colibrí vuele de una flor a otra, qué estás en cada árbol, en cada animal, en cada vegetal y en cada roca. Eres una fuerza que mueve el viento y que respira a través de tu cuerpo.
Todo el universo es un ser viviente movido por esa fuerza, y eso es lo que tu eres. Eres Vida.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Publicar un comentario